jueves, 4 de septiembre de 2008

Del capítulo 1 de "El Pobre de Asís"

Más palabras de Kazantzakis. Habla Frate Leone, el compañero de Francisco de Asís:

Yo, Padre Francisco; yo, que tomo hoy, indigno, la pluma para escribir tu vida y tus hechos, era, recuerdas, un mendigo miserable y feo el día de nuestro primer encuentro. Miserable y feo, hirsuto el pelo de la nuca a las cejas, cubierto el rostro de barba, con el miedo en mi mirada; que no hablaba, balaba como un cordero. Y tú, p
ara burlarte de mi fealdad y mi bajeza, me apodaste Frate Leone, hermano León. Pero cuando te conté mi vida, te echaste a llorar, me abrazaste, me besaste y me dijiste "perdóname, frate Leone. Te llamé León para burlarme de ti, pero ahora veo que eres un verdadero león, y lo que persigues sólo un león verdadero se atreve a perseguirlo".

Yo iba de monasterio en monasterio, de aldea en aldea, de desierto en desierto, en busca de Dios. No me casé, no tuve hijos porque buscaba a Dios. Tenía un pedazo de pan y un puñado de olivas en la mano, estaba hambriento y me olvidaba de comer porque iba en busca de Dios.

Se me secó la garganta de tanto preguntar; se me hincharon los pies de tanto caminar. Me harté de llamar a las puertas para mendigar, primero, mi pan; después, una palabra de bondad; y luego, la salvación. Todos se burlaban de mí y me llamaban mendrugo, me zanandeaban, me expulsaban; yo había llegado al borde del abismo, no podía más, empezé a blasfemar, me cansé de todo... Soy un ser humano, después de todo, me cansé ya de andar, de pasar hambre, de pasar frío, de llamar a la puerta del Cielo y de que no me abriera. Y entonces, en el colmo de la desesperación, Dios me tomó de la mano, Padre Francisco, y te tomó a ti también de la mano, y nos encontramos.