lunes, 21 de enero de 2008

Texto

Imagen: mek.oszk.hu/02400/02497/html/o.htm

Palabras:

‘Rapsoda’, griego rápsodos, formado por ráptô, "coser" y ôdê (aoidê), "canto", es decir, “coser un canto”.

‘Texto’, del latín textus, participio de tego, “tejer” – podríamos hablar de la “textura” de un texto escrito…

Si nos remontamos más en su raíz, la palabra latina tégo, que significa también “construir”, proviene de la raíz indoeuropea *teg-, de la que desciende, en griego, teúchô. De aquí: téchnê, “arte” o en derivado, “técnica”. Téchnê es, literalmente, el “arte” de construir algo.

Construir (o tejer) un texto es un arte en el sentido antiguo de la palabra – más cercano a significar “oficio”. Es algo que aprendemos a hacer, y como un buen oficio, es un aprendizaje que puede durar toda una vida.

Los rapsodas cosían entre sí las palabras y las fórmulas de los poemas, tejiendo tapices como el que Penélope hilaba y deshilaba a la espera del retorno de su Odiseo.

jueves, 17 de enero de 2008

Etimologia

del griego étymos ("verdad") y légo ("decir"); es decir, "decir la verdad", o, mejor "lo que de verdad nos dice". En cierto modo, buscando etimologías, a menudo nos estamos preguntando "¿Cuál es la verdad en esta palabra?" - como si las palabras, igual que las ostras, tuvieran que contener una pequeña perla de la gran verdad...
La verdad no está en las palabras, y muy a menudo su sentido se ha desvinculado de su origen: de aquello que originalmente indicaron. Pero aun así, las palabras son como los cajones viejos: el que rebusca en ellas se encuentra a veces con un pequeño objeto de sentido, con una antigua relación que las personas dejamos atrás. Y muy a menudo, estos pequeños hallazgos son, si no verdaderos, hermosos.

Foto: www.yale.edu/anthro/biolab/pages/drawer_JPG.htm

miércoles, 16 de enero de 2008

Desierto

Desierto, del latín de-sertum, muy posiblemente "[tierra] no sembrada'.

Esta palabra nos recuerda la fuerte relación de las primeras poblaciones indoeuropeas con la agricultura: la gente se movía a aquellos parajes en los que se podía sembrar para procurarse el sustento. Que un paraje que no estuviera sembrado, en la cabeza de nuestros antepasados, automáticamente se igualaba al hecho de que no estuviera habitado.

Hasta los días de nuestros abuelos, la vida del campo era parte de nuestra manera de ver el mundo y de entender la sociedad. Hoy, en las grandes ciudades indoeuropeas, la agricultura ha desaparecido: ha sido sustiuída por la comunicación. Aún así, el "desierto" no se ha desvanecido, sinó que se hace presente - ya no como algo "estéril", "donde no se ha plantado", sino más bien con un significado de "silencio".